notas sueltas (e incompletas) CLXIII

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Como una solución para el problema de los tiroteos en escuelas y lugares públicos en Estados Unidos han decidido seguir una serie de pasos estratégicos sin resultados todavía. El plan, que está desdibujado en un muy organizado cronograma de actividades, tiene un parecido a lo descrito a continuación:

 

  1. Culpar a los extranjeros de las tierras de medio oriente. Lo primero que hay que hacer es repartir la culpa entre los enemigos conocidos del orgulloso pueblo norteamericano. Los que estén, por lo menos, siguientes en la línea. Desafortunadamente la población de raza negra, los inmigrantes europeos, los kamikazes japoneses y los antiguos colonos británicos han gastado todo lo que se podía tomar de ellos. Mejor hay que prohibir la entrada a los sucios talibanes que llevan demasiada arena en los pantalones.
  2. Culpar a los mexicanos. No importa si son peruanos, colombianos, argentinos, ecuatorianos o guatemaltecos. Todos son mexicanos muy en el fondo de su moreno corazón. Ellos son los que vienen a realizar el trabajo que necesitamos pero que no queremos hacer. Ellos son los sucios indocumentados que violan a nuestras mujeres, drogan a nuestros niños y manchan nuestros adorables suburbios. El muro no va a durar ni dos horas sin que sea grafiteado por la raza, ese.
  3. Culpar a los videojuegos. Porque lo vintage está de moda. Porque ya se ha visto antes pero todavía hace temblar los cimientos. Porque toda esa sangre digital ha sido derramada y alguien tiene que pagar por eso (te estoy viendo a ti, Duke Nukem). Canadá, Europa y Japón se están tardando en eso de las masacres escolares ¿eh? Digo, por ello de las mayores ventas en el mercado y la mayor distribución. ¿ESRB? Métaselo por el culo.
  4. Armar a los profesores y maestros. La cosa se complica. Muchos labios se han mordido, muchas uñas han servido de almuerzo y mucho sudor ha caído al suelo. En momentos así ya ni llorar es bueno. ¿Y si les damos una pistola a los docentes? pregunta dubitativo un empleado del gavinete, como si mientras lo está diciendo se estuviera arrepintiendo de la propuesta. Pero es muy tarde. Mister Trump ha escuchado y se le ha encendido un foco. Si, vaya y deles un arma. Póngalos a disparar en el campo de tiro, que aprendan un poco de esto de las enchiladas. Sí, señor (y al cabo de un rato, durante una clase de seguridad, un profesor ha disparado por accidente).
  5. Realizar simulacros. Lo mejor es estar preparados. Que la policía se encargue, que no anden de perezosos. Y sí. Con balas de goma, gritos y amenazas; el cuerpo de seguridad da la inducción y da también instrucciones de que, al escuchar la alerta, es mejor poner barricas en las puertas del salón, esconderse, cubrirse los oídos y llorar hasta que todo pase (lo último es opcional, por supuesto). Si las luces están apagadas mucho mejor. Así debe ser. O qué ¿acaso no se realizan estos procedimientos de prevención cuando empieza a temblar o se acerca un huracán? Es lo mismo. Ante una fuerza indetenible de la naturaleza (como la de la locura humana) lo recomendable es quitarse del paso (nunca quitarle la posibilidad a la locura de ser indetenible).

 

Y yo me pregunto ¿No sería todo mucho más fácil para este circo si sencillamente hubiera una mejor regulación de las armas de fuego?

In Trump we trust.

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Lupilu dice:

    Ño.
    Armas para todos 💝

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